El jazz en El Salvador

El jazz en El Salvador

Cuando uno escucha la palabra Jazz,  piensa en unos cuantos negros vestidos con un Smoking blanco, tocando música suave, casi sedosa, en ambientes bastante oscuros, y quizá se evocan imágenes en blanco y negro, con micrófonos de condensador y todas esas cosas un poco «Jolliwudenses».

Pero ahondemos un poco más, amigos y amigas, en esta pequeña, pero significativa, entrada sobre el jazz, y específicamente el jazz en El Salvador. Acá vamos a ver si esta música era sólo un relajo racial de drogadictos o si hay otros transfondos. Además comentaré cómo surgió la escena en El Salvador, y cómo se desarrolló a lo largo de las décadas.

Brevísima e injusta introducción al jazz

Siendo injustos, podríamos decir que el jazz se basa en la improvisación musical en donde se conjuntan una batería, un saxofón, trompetas y piano. Aunque si bien ésta podría ser una aseveración correcta, está lejos de explicar el fenómeno completo.

El jazz tiene como primer precedente el blues primitivo que, se dice, se cantaba a orillas del río Mississippi, en donde los esclavos africanos (cabe aclarar que no todos los esclavos venían de los mismos sitios) cantaban sus penas y añoranzas, además de ciertas canciones de trabajo para amenizar un poco la jornada en el campo. El segundo tata del jazz es el ragtime, un género parecido a una marcha (entiéndase marcha como un género musical bailable durante el siglo XIX) compuesta para piano, con ritmo sincopado y bastante rápido para la época.

Con el pasar del tiempo, el blues comenzaría a estructurarse como el género que conocemos ahora; el ragtime, por su parte, se haría popular durante las primeras dos décadas del siglo XX, llegando hasta Nueva Orleans para quedarses y convivir con otros géneros bailables de aquellos días. Aquí fue donde surgió el primer género dentro del lenguaje jazz ( en realidad este término es una denominación a muchos géneros musicales que comparten características sonoras y contextos sociales de desarrollo muy similares, pero por conveniencia diremos que es un género musical): el New Orleans Jazz, que combinaba la síncopa y el piano del Ragtime, y las temáticas de las letras e instrumentación del Blues.

A partir de ahí, todo se pudrió; es decir, todo se deformó (en buena onda) en los subgéneros del Jazz que conocemos: Dixieland, New York Jazz, Jazz de Chicago, Bebop, Cool Jazz, Acid Jazz, Free Jazz, Jazz latino, etc. Y es también cuando surgieron los grandes nombres que conocemos hoy día: Billie Hollyday, Nina Simmone, Bessie Smith, Miles Davis, John Coltrane, Louis Armstrong, y así.

Comienzos del Jazz en El Salvador

Según me rebusqué, encontré un artículo de El Faro llamado «La ruta del Jazz en El Salvador«, y leí que uno de los nombres más importantes en este género fue el de Rafael «Lito» Barrientos, uno de los tatas declarados de la Cumbia en El Salvador. Él debutó profesionalmente en la Orquesta de Poni Meca durante la década de los 40’s. Se cuenta que ellos tocaron en la inauguración de los trabajos de ampliación del Canal de Panamá (son los guanacos, los hacelotodo, los vendelotodo).

Cuando regresó de dicha presentación, se cuenta que la Orquesta de Poni Meca se separó, dando lugar a que Lito creara su propia agrupación, la Orquesta Internacional de Lito Barrientos a finales de la década de los cuarenta y principios de los años cincuenta. Se decía que esta orquesta comenzó tocando un Jazz parecido al de Glenn Miller (quien a su vez tocaba un jazz tradicional, digamos).

Otro personaje a quien no se debe dejar de lado es al grandioso Paquito Palaviccini, de quien ya se ha escrito acá con anterioridad. Pues bueno, nuestro héroe también tuvo su faceta jazz al ensamblar un conjunto llamado Dixie Pals y también a otro grupo llamado Los Palaviccinis, con el cual experimentaba un poco más con el jazz y algunos boleros de la época. Esta se conoce como su incursión más fuerte al género, dado que después crearía el género folclórico por excelencia de El Salvador: El Xuc.

Pero volvamos a Lito Barrientos por un momento. Este tipo fue semillero de grandes músicos que aprendieron, bajo su batuta (y la de don Palaviccini), a hacer música: Tony Mojica, Alfredo Mojica, Carlos Navarro y compañía. No sería descabellado que las raíces del jazz se remontan a Lito Barrientos, y ya vamos a ver bien por qué.

Con el señor Barrientos aprendió música un trotamundos de la música: Alfredo Mojica. El señor Mojica era un trompetista salvadoreño formado en diferentes partes de América Latina. Comenzó en SanSívar Town aprendiendo violín, luego con su familia se movieron a Nicaragua, donde aprendió a tocar la trompeta. Anduvo de vago en Colombia, volviendo a Nicaragua y haciendo una parada en El Salvador.

Mientras estuvo en San Salvador, el maestro Mojica se incorporó a la orquesta de Lito Barrientos. Hablamos del año cincuenta y seis, aproximadamente. Después de su instrucción en la dirección de orquestas tropicales, don Alfredo Mojica funda la Orquesta Tropicana, de la que se dice que él, como trompetista, poseía un estilo parecido al de Miles Davis. Con esta banda interpretó algunos temas que no eran jazz precisamente, pero que desarrollaron su dominio de la trompeta y el gusto por las orquestas: Ritmo y Palmeras, La Unión Centroamericana y Feria Internacional.

Durante esta época de la orquesta, se involucra en algo histórico y remarcable: funda la primera banda del rock salvadoreño, Los SuperTwister, de San Salvador, junto a Salvador Rodríguez en el año 1963. Un hito en la historia de la música salvadoreña que tanto amamos en este lugar.

Aparte de ser el fundador de la primera banda de rock de El Salvador, también se convierte en uno de los «primeros migrantes» de El Salvador con destino hacia los Estados Unidos. Es allá donde su apego al jazz comienza de la mano de otro grande, del quien tenemos que recordar su nombre, porque más adelante lo mencionaremos: Ricky Loza.

La consolidación del género y nuevos exponentes

Los años setenta fueron turbulentos, como en toda América Latina. En estos días se dio a conocer uno de los guitarristas más prolijos que ha sabido dar el paísito. Su nombre es Chamba Elías, quien sigue en activo y cuenta con más de treinta años haciendo música de varios estilos, pero siempre teniendo el jazz presente en sus recitales.

El señor Elías fue guitarrista de un par de grupos reconocidos en su época, y quizá el grupo más importante en donde tocó la guitarra fue en Los Kiriaps (sí, esos locos que hacían que Jim Morrison se quedara corto), pasando por  otros grupos como Aurora, Macho y Oasis. Al igual que Ricky Loza y Alfredo Mojica, pasó por los Estados Unidos para hacerse de más experiencia musical.

Casi se me olvidaba, y con injusta razón, incluir a otro de los grandes que aún sigue activo en el jazz, y me atrevo a decir que fue uno de los pioneros en el jazz Latino en El Salvador. El maestro Tilo Paiz nació en Jucuapa, Usulután. Pero no nació sólo para bacilar por el mundo, sino para ser siempre el elegido. En la década de los cincuenta, con 14 años, don Palaviccini se lo jaló para ser su baterista de cabercera para su Orquesta Internacional Polío. Luego, en 1973 se lo quiso llevar nada más y nada menos que Carlos Santana para que tocara con su banda, quién le escribió una misiva desde Alemania y después de su concierto en El Salvador durante el mismo año. Pero don Tilo declinó la oferta para ser parte de la banda. Vamos a seguir hablando del señor Paiz más adelante.

Años ochenta y la decadencia de la escena

Vamos entonces a los recordados, estimados, odiados por unos y amados por otros, años ochentas. La década perdida en cuanto a jazz se refiere en el país. No hubo una escena sólida ni muchos lugares donde la gente se congregara a escuchar jazz o a músicos como Chamba Elías, Lito Barrientos o Palaviccini. Sin embargo, fuera de las fronteras sí había algunos que se metían al bacil del jazz: Alfredo Mojica ya era un reconocido arreglista y trompetista en los E.E.U.U., haciendo vida y obra de la música jazz y Ricky Loza se eregía como la figura más prominente en cuanto a jazz.

Ricardo Loza nació en el departamento de La Unión, en 1946. Desde pequeño se interesó por la percusión aprendiendo a tocar la marimba por medio de su padre y sabiendo que la percusión sería su vida. Se dice que de pequeño vendía chicles para ayudar a la economía familiar.

A mediados de los 50, Ricky se integró a la Orquesta Internacional Polío y se fue de gira al sur del continente, trayéndose consigo una gran experiencia a una edad bastante corta. También cabe recalcar que fue parte de la Orquesta Sinfónica de El Salvador cuando el maestro Esteban Servellón estuvo a cargo de la Sinfónica.

Luego de su formación en El Salvador, Loza se fue al país del béisbol y la Estatua de la Libertad en 1968. Desde ahí construyó su leyenda al integrar diversos proyectos musicales de jazz y terminar siendo catedrático de la Universidad George Washington como profesor de música.

El Renacer del jazz y panorama actual

El Salvador. Posguerra. Acuerdos de paz. ¿Qué viene después de la tormenta? ¿La calma? No, la reconstrucción de todo, en el mejor de los casos, o más tormenta en el peor escenario. Durante los años de 1990, el jazz volvió a encontrar sitio en el mal llamado Pulgarcito de América con algunas propuestas interesantes como la Luna Casa y Arte, ese mítico lugar donde todo músico o artista aspiraba a tocar y que era necesario despupes de las balas. Fue abierta al público el 6 de diciembre de 1991. Beatriz Alcaine y Álvar Castillo, Cofundadores del lugar, dieron cabida a músicos de todas las estirpes, incluyendo a los meros jazzeros.

El señor Álvar Castillo ya tenía cierto rodaje en la música. Ya era, en realidad, un músico prominente que había sido uno de los primeros integrantes de Yolocamba I-ta, el enorme grupo que durante la guerra se dedicó a musicalizar, entre otras cosas, los poemas de Oswaldo Escobar Velado y Roque Dalton. Luego pasó un tiempo en México y regresó a El Salvador para fundar una clínica de jazz de donde salieron músicos como Octavio Salmán. Luego de un tiempo, se fue a Japón a crear el Combo de la Paz, un grupo de salsa que la rompe en Hiroshima, nada más y nada menos.

Por estos días ocurren algunos relevos generacionales y algunas consagraciones, digamos. Francisco Palaviccini falleció el 26 de febrero de 1996, habiendo sido condecorado como Hijo meritísimo de El Salvador en 1992, dejando un enorme legado folklórico para El Salvador. Alfredo Mojica, por ejemplo, trabajó mucho en Washington con orquestas escolares, además de escribir arreglos para bandas y orquestas. Falleció de un ataque al corazón el 24 de septiembre de 1997.

Tilo Paiz, por su parte, emigró a Edmonton, Canadá, en donde radica actualmente y sigue grabando discos de música latina y jazz latino, además de tocar de vez en cuando algunos temas del repertorio de Carlos Santana. Hoy día Tilo Paíz posee la Tilo Paiz Band, quienes al cierre de este artículo están sacando un disco.

En cuanto a Ricky Loza, él se trajo todos sus años de experiencia musical en el jazz a El Salvador al momento de crear los legendarios festivales de jazz llamados Ricky Loza Jazz Fest, siendo celebrado el primero en 1999 en ¿dónde más? Sí, adivinaron, en la Luna Casa y Arte, lugar donde anteriormente ya se habían celebrado festivales como el Free Jazz Village, un festival jazzístico organizado por un marca de cigarrillos.

Bueno, Ricky Loza tuvo la dicha de organizar las ediciones del Ricky Loza Jazz Fest desde su primera edición del 99 hasta la última, acaecida un par de días después de su fallecimiento, el miércoles 25 de junio del 2003, a causa de un paro cardíaco. Luego de conocerse la noticia, se pensaba que el Ricky Loza Jazz fest no se celebraría; sin embargo, en honor a la memoria del mejor percusionista de El Salvador, el festival continuó su marcha siendo acogido en tres lugares distintos.

Se cuenta que los R.L. Jazz Fest eran una barbaridad de lujo. El amigo Loza traía a muchos de sus contactos en el mundo del jazz. Tanto así era el asombro que causaban algunos músicos invitados que Janet Cienfuegos, periodista de El Diario de Hoy durante los 2000, relata en una nota publicada el 14 de julio de 2001 el asombro que le causó Marjorie Clarke, una importante cantante de jazz en los Estados unidos: Esta vez, además de los excelentes músicos, Ricky tuvo la gran idea de invitar a Marjorie Clarke, una mujer que no exagero en lo más mínimo al decir alguna vez que su voz era un don de Dios que ella pone al servicio de los demás.

Luego de la lastimosa pérdida de Ricardo Loza, lo más interesante que logré encontrar en torno al jazz es Tres ramas del Árbol, una banda muy interesante y experimental formada en 1999 y dando guerra con el jazz durante los dosmil. Lo más «extraño» de esta banda es que en sus inicios no contaban con un guitarrista, solo poseían bajo, percusiones y batería, pero evolucionaron rapidísimo y pasaron de un jazz agresivo a una mezcla de instrumentos y ritmos.

Ya para estos días, Lito Barrientos (el entrañable, el tata de los inicios del jazz, el que pulió a varios monos para que de grandes se convirtieran en referentes del género) tenía la enfermedad del Parkinson bastante avanzada y dejó de existir terrenalmente en este mundo el 2 de agosto del 2008. Algunos premios que reconocieron su carrera musical fueron: Congo de Or otorgado en Barranquilla, Colombia en 2006 e Hijo meritísimo de El Salvador en 2007.

 

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Con cierto aire nostálgico hemos llegado hasta este punto de la historia del jazz en El Salvador. Lejos quedan los días de blues y negros, de jazz y luchas socio-raciales en donde personajes como Nina Simmone ocupaban al género como mecanismo de defensa y protesta en contra de un Estado y una sociedad machista, opresora y racista en donde el Negro sólo servía para divertimento blanco. Del jazz se apoderaron los círculos intelectuales europeos y algunos japoneses y ese sincretismo cultural que dio vida al jazz en su momento solo puede observarse por el retrovisor. Ahora entendemos cómo se pasó de un smoking blanco para un negro a muchos blancos tratando de igualar a los grandes maestros negros. El jazz en El Salvador se ha desprovisto de toda lucha racial. Ojo, esto no es malo. Significa nomás que ha adoptado otras luchas, unas muy personales, como la de vivir de la música en un país en donde escuchar y saber apreciar jazz puede ser un privilegio de clase. Ojo, recalco de nuevo que ésto no está mal, pero sí creo que está mal pararse únicamente desde este lugar de la música. En los próximos días seguiré abordando un poco más sobre el jazz a partir de la creación de El Salvador Jazz Fest y voy a crear una detallada lista de grupos de jazz salvadoreño contemporáneo, que hay muchos. Es peligroso construir un relato musical desde un solo lugar, o peor aún, desde una sola clase social.

 

 

2 comentarios sobre “El jazz en El Salvador

  1. Hola, Óscar, muchas gracias por comentar, y gracias más aun por leer el artículo. En las próximas entregas voy a escribir un artículo con recomendaciones del jazz actual, y me servirán tus artículos, que también están excelentes. Por ahí te pido información para escribirla. Un abrazo y hay que seguir con la divulgación de la historia musical y de nuevos proyectos.

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